14 de septiembre de 2016

Paseando por la Alpujarra Almeriense

Primer Día. -

Anoche acordamos visitar la Alpujarra Almeriense si amanecía el día con el incómodo aire que no te deja abrir las sombrillas en la playa. Así que, al despertar y ver que el día se presentaba con viento, coguimos el mapa y activamos el gps para dirigirnos al destino sugerido.

El camino lo hemos encauzado dirección El Ejido, un paisaje monótono de kilómetros y kilómetros de invernaderos, que hace que la vista solo divise hacia cualquier punto cardinal solo plásticos encalados que reflejan el fuerte sol andaluz.
Ya pasado este paisaje nos adentramos por una carretera llena de curvas que nos adentra hacia nuestro destino, La Alpujarra.

El primer pueblo que visitamos fue Berja, pueblo en donde cabe destacar la plaza porticada del siglo XIX que nos recuerda a las típicas plazas mayores castellanas salvo porque no está cerrada en su totalidad ya que se abre por uno de sus costados. Llama la atención de la misma el tipo de piedra y mármol utilizado para su creación (ya una vez consultado se trata de mármol negro de Balsaplata y caliza ocre de Buenavista). Hasta el 2008 ha estado en esta plaza el mercado, que ha sido trasladado para dejarla diáfana.
Después visitamos la Iglesia de la Anunciación que acoge en su altar mayor a San Tesifón, patrón de la localidad.
Nos llamó particularmente la atención en su acerado un pequeño azulejo que nos indica que estamos en la Alpujarra, éste a través de flechas nos lleva a los distintos puntos monumentales de la ciudad. Lo iremos encontrando en todos los pueblos que visitaremos, será nuestra guía a la hora de caminar por las calles.

Volvimos al coche y nos dirigimos al siguiente pueblo, Alcolea. Aquí hemos disfrutado como niños de sus callejuelas estrechas y bellamente encaladas, adornadas de bellas flores y verdes plantas.
De principios del siglo XX poseen dos lavaderos públicos de los pocos en los cuales discurre agua cristalina.
Es uno de los pueblos que relativamente pronto en tiempo ha ido basando su economía en el olivar, así en la plaza de central, junto a la Iglesia de San Sebastián, encontramos un monumento dedicado a tal oficio.
Aquí nos hemos tomado un refrigerio donde nos ha sorprendido gratamente las tapas que nos han ofrecido.

De Alcolea nos dirigimos a buscar un lugar donde comer (llevábamos nuestra nevera). Nos adentramos en Laujar de Andarax y una vez pasado el pueblo encontramos un área recreativa “El Nacimiento”, un lugar encantador y muy fresquito para almozar y pasar un buen día, y desde donde parten, para los amantes del campo, varios senderos donde realizar rutas.
Volvimos por el mismo camino hasta el pueblo que nos dejamos atrás, Laujar de Andarax, donde hemos pasado parte de la tarde paseando por sus callejuelas en busca de algún monumento que nos deleite. Destaca particularmente la Iglesia de la Encarnación, conocida como la Catedral de la Alpujarra por sus grandes dimensiones. La Ermita de la Virgen de la Salud, dedicada a ésta como amuleto para defender a los vecinos de la peste, situándose a la entrada de la ciudad.
En nuestro paseo nos encontramos con una Ermita destinada a las Ánimas, ya después, tras buscar información de la misma descubrí que se le denomina La Chica, habiendo otra denominada La Grande, la cual no llegamos a ver.
Bonita su plaza mayor donde se encuentra el Ayuntamiento, edificio de construcción neoclásica del que destaca su reloj incrustado en una espadaña metálica con campana.
En cualquier calleja de esta ciudad nos fuimos encontrando fuentes con agua fresca que nos ayudó a sobrellevar el sofocante calor de esa tarde veraniega.

Camino ya hacia Fondón, pasamos antes por el pueblo Fuente de la Victoria, muy pequeñito pero con un valor histórico monumental bastante importante, como su Iglesia dedicada a la Virgen de la Victoria, el Palacio del Rey Chico, donde se cree que residió el rey Boabdil de Granada.

Destacar la necesidad de restaurar y rehabilitar estos monumentos. Bonitos y cuidados los nombres de sus calles, realizados en azulejo típico almeriense.

Y llegamos a Fondón, pueblo que nos encontramos en plenas fiestas del Santísimo Cristo de la Luz. Bonita y espaciosa su Plaza donde nos encontramos con una fuente monumental erificada por mandato de Carlos IV. En la misma se halla la Iglesia de San Andrés y el Antiguo Pósito-Ayuntamiento.
En este pueblo es de suma importancia la veneración a las Ánimas Benditas. Todos los 25 de diciembre las Cuadrillas de Ánimas recorren el pueblo cantando coplas y villancicos pidiendo limosna para las Ánimas. También el día 28 de este mismo mes dos vecinos se encargan de las labores de alcalde para recaudar limosna para la misma causa.

Ya camino a Roquetas hemos entrado en Beires a tomar un café, lugar muy propicio para perderse unos días por su tranquilidad y encanto.





Segundo Día. - 

Fue tanto lo que nos gustó la aventura alpujarreña que volvimos tres días después para disfrutar y empaparnos de los pueblos de esta sierra.

El primero en visitar fue el Marchal de Anton López, pequeño pueblo pero preciosamente cuidado.
La Iglesia dedicada a Santa Teresa de Jesús es la típica que nos iremos encontrando a lo largo de la serranía de una sola torre, en este caso lateral.
Fuimos a las Minas del Carmen que en su día estuvieron dedicadas a la explotación de plomo entre los siglo XIX y XX. Están abandonadas pero se pueden visitar. Tener en cuenta que si se va con niños hay que tener un poquito cuidado con ellos. A las minas se accede a través de un sendero de fácil acceso y en el que si tenemos suerte podemos ver cruzarse cabras montesas, como nos ocurrió.

Son bonitas sus calles encaladas en donde destacan los tiestos de barro que cuelgan de sus paredes que recuerda un poco a la cerámica árabe, que no sería de extrañar que tuviera cierta influencia.
Hubo un momento en este lugar que me transportó a mi niñez, a los recuerdos de verano en el campo, el sol en su máximo apogeo, los grillos y chicharras sonando, la paz de no escuchar otro ruido que no sea lo que la naturaleza nos ofrece, momento que te reconforta y que te recuerda que aún existen lugares donde respirar algo de calma y sosiego.

De este lugar nos desplazamos hacia Canjáyar. Aquí comimos degustando vino de la tierra, pero antes de deleitarnos con los manjares visitamos la ciudad.
Como en todos los pueblos visitados fueron las flechitas del suelo las que nos guiaron. Así, llegamos a la Plaza de la Constitución en donde se encuentra la Iglesia de la Santa Cruz del Voto, de una gran importancia.
Fue mezquita en su día y posteriormente convertida en templo cristiano, primero en estilo románico tardío y actualmente en estilo barroco, reconstrucción debida al derrumbe ocurrido con el seismo del siglo XIX que acaeció en toda la comarca. En el siglo XVII se realizaron obras en el templo encontrándose en uno de sus muros una cruz, la cual se trata de un relicario que encierra en sus celdas pequeñas piedras procedentes de santos lugares. Posteriormente se creó una hornacina para cobijarla. Dicha cruz procesiona el mismo día en que ocurrió su hallazgo.
En el pueblo se puede ver un museo abierto a través de azulejos ubicados en las calles, donde podemos aprender de la historia, cultura y arte de la ciudad.
Aquí nuevamente encontramos una ermita dedicada a las Ánimas.

De Canjáyar nos fuimos a Almocita, un pueblecito con muchísimo encanto que encontramos a sus habitantes en plena siesta resguardados del infernoso calor.
Destacar el lavadero, antiguo aljibe, en el que en sus paredes blancas podemos leer poemas y elogios a la ciudad y sus ciudadanos.
Bonita y popular la fuente de los Tres Caños, y justo enfrente del aljibe-lavadero nos encontramos con la Iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia, que carece de cubierta debido posiblemente al terremoto anteriormente citado.

Paseamos un poco por la plaza y nos encaminamos hacia el Barrio Judío, del que solo queda una pequeña plazuela.

De aquí a Padules, donde descansamos un poco del calor abrasador en las inmediaciones de la Iglesia de Santa María la Mayor, otra de origen mudéjar, la cual también tuvo sus secuelas por el seísmo.
Poco pudimos ver quizás por la hora, con lo cual pasado un rato nos marchamos.

Y llegamos a Ohares. Como lo diría, nos impresionó, nos deleitó y nos cautivó. Ya nos empezó a llamar la atención la carretera típica de sierra para acceder al mismo. Conforme íbamos llegando al pueblo nos sorprendió su ubicación, su magnificencia. El pueblo lo conforma dos o tres calles principales en línea horizontal al monte y muchas callejuelas. Hablamos de un desnivel abrupto que oscila entre los 760 m a los 2201 m, donde se encuentra el Peñón de Polarda, techo de la ciudad.

Preciosas, como ya he dicho sus calles estrechas y abruptas. Bonita su plaza de Miguel Vizcaíno Márquez en donde encontramos el Ayuntamiento y la Iglesia de la Inmaculada Concepción, la cual sorprende por su grandeza. Aquí volvemos a encontrar la típica iglesia que hemos ido viendo con una única torre campanario, en este caso central.
Entramos en un bar de una de las calles principales y nos sorprendió la amabilidad lugareña. Es totalmente recomendable ir a este local, además de la simpatía, por las vistas que podéis obtener desde la azotea del restaurante, una panorámica inigualable de la sierra y parte del pueblo, además de poder casi tocar la iglesia con nuestras manos.

De Ohares marchamos a Instinción, donde solo pudimos recorrer a pie la Iglesia de San Juan Bautista en todo su perímetro y admirar su altísima torre campanario, en este caso de espadaña.

Al no tener éxito para aparcar nos fuimos al siguiente destino, Huécija, donde volvimos a encontrar una Ermita de las Ánimas y unos lavaderos.
Destacar la Iglesia del Convento de los Agustinos por su torre campanario de estilo contrarreformista.

Es de los pocos pueblos visitados que encontramos más de una iglesia, la siguiente que vimos fue La Anunciación, de origen mudéjar. Carece de torre que fue demolida en el siglo XX debido a su estado ruinoso.
Estuvimos caminando por sus calles y de aquí nos fuimos a Almería en donde recogimos a un familiar y de vuelta a Roquetas.


Un par de incursiones a la Sierra Alpujarreña Almeriense que nos ha dejado buen sabor de boca y ganas de volver a ella. Han sido quince pueblitos y nos quedan muchos más que visitar, cosa que haremos en cualquier ocasión.

¡Volveremos!.