Primer
Día. -
Anoche
acordamos visitar la Alpujarra Almeriense si amanecía el día con el
incómodo aire que no te deja abrir las sombrillas en la playa. Así
que, al despertar y ver que el día se presentaba con viento,
coguimos el mapa y activamos el gps para dirigirnos al destino
sugerido.
El
camino lo hemos encauzado dirección El Ejido, un paisaje monótono
de kilómetros y kilómetros de invernaderos, que hace que la vista
solo divise hacia cualquier punto cardinal solo plásticos encalados
que reflejan el fuerte sol andaluz.
Ya
pasado este paisaje nos adentramos por una carretera llena de curvas
que nos adentra hacia nuestro destino, La Alpujarra.
El
primer pueblo que visitamos fue Berja, pueblo en donde cabe
destacar la plaza porticada del siglo XIX que nos recuerda a las
típicas plazas mayores castellanas salvo porque no está cerrada en
su totalidad ya que se abre por uno de sus costados. Llama la
atención de la misma el tipo de piedra y mármol utilizado para su
creación (ya una vez consultado se trata de mármol negro de
Balsaplata y caliza ocre de Buenavista). Hasta el 2008 ha estado en
esta plaza el mercado, que ha sido trasladado para dejarla diáfana.
Después
visitamos la Iglesia de la Anunciación que acoge en su altar mayor a
San Tesifón, patrón de la localidad.
Nos
llamó particularmente la atención en su acerado un pequeño azulejo
que nos indica que estamos en la Alpujarra, éste a través de
flechas nos lleva a los distintos puntos monumentales de la ciudad.
Lo iremos encontrando en todos los pueblos que visitaremos, será
nuestra guía a la hora de caminar por las calles.
Volvimos
al coche y nos dirigimos al siguiente pueblo, Alcolea. Aquí
hemos disfrutado como niños de sus callejuelas estrechas y
bellamente encaladas, adornadas de bellas flores y verdes plantas.
De
principios del siglo XX poseen dos lavaderos públicos de los pocos
en los cuales discurre agua cristalina.
Es
uno de los pueblos que relativamente pronto en tiempo ha ido basando
su economía en el olivar, así en la plaza de central, junto a la
Iglesia de San Sebastián, encontramos un monumento dedicado a tal
oficio.
Aquí
nos hemos tomado un refrigerio donde nos ha sorprendido gratamente
las tapas que nos han ofrecido.
De
Alcolea nos dirigimos a buscar un lugar donde comer (llevábamos
nuestra nevera). Nos adentramos en Laujar de Andarax y una vez
pasado el pueblo encontramos un área recreativa “El Nacimiento”,
un lugar encantador y muy fresquito para almozar y pasar un buen día,
y desde donde parten, para los amantes del campo, varios senderos
donde realizar rutas.
Volvimos
por el mismo camino hasta el pueblo que nos dejamos atrás, Laujar de
Andarax, donde hemos pasado parte de la tarde paseando por sus
callejuelas en busca de algún monumento que nos deleite. Destaca
particularmente la Iglesia de la Encarnación, conocida como la
Catedral de la Alpujarra por sus grandes dimensiones. La Ermita de la
Virgen de la Salud, dedicada a ésta como amuleto para defender a
los vecinos de la peste, situándose a la entrada de la ciudad.
En
nuestro paseo nos encontramos con una Ermita destinada a las Ánimas,
ya después, tras buscar información de la misma descubrí que se le
denomina La Chica, habiendo otra denominada La Grande, la cual no
llegamos a ver.
Bonita
su plaza mayor donde se encuentra el Ayuntamiento, edificio de
construcción neoclásica del que destaca su reloj incrustado en una
espadaña metálica con campana.
En
cualquier calleja de esta ciudad nos fuimos encontrando fuentes con
agua fresca que nos ayudó a sobrellevar el sofocante calor de esa
tarde veraniega.
Camino
ya hacia Fondón, pasamos antes por el pueblo Fuente de la
Victoria, muy pequeñito pero con un valor histórico monumental
bastante importante, como su Iglesia dedicada a la Virgen de la
Victoria, el Palacio del Rey Chico, donde se cree que residió el rey
Boabdil de Granada.
Destacar
la necesidad de restaurar y rehabilitar estos monumentos. Bonitos y
cuidados los nombres de sus calles, realizados en azulejo típico
almeriense.
Y
llegamos a Fondón, pueblo que nos encontramos en plenas
fiestas del Santísimo Cristo de la Luz. Bonita y espaciosa su Plaza
donde nos encontramos con una fuente monumental erificada por mandato
de Carlos IV. En la misma se halla la Iglesia de San Andrés y el
Antiguo Pósito-Ayuntamiento.
En
este pueblo es de suma importancia la veneración a las Ánimas
Benditas. Todos los 25 de diciembre las Cuadrillas de Ánimas
recorren el pueblo cantando coplas y villancicos pidiendo limosna
para las Ánimas. También el día 28 de este mismo mes dos vecinos
se encargan de las labores de alcalde para recaudar limosna para la
misma causa.
Ya
camino a Roquetas hemos entrado en Beires a tomar un café,
lugar muy propicio para perderse unos días por su tranquilidad y
encanto.
Segundo
Día. -
Fue
tanto lo que nos gustó la aventura alpujarreña que volvimos tres
días después para disfrutar y empaparnos de los pueblos de esta
sierra.
El
primero en visitar fue el Marchal de Anton López, pequeño
pueblo pero preciosamente cuidado.
La
Iglesia dedicada a Santa Teresa de Jesús es la típica que nos
iremos encontrando a lo largo de la serranía de una sola torre, en
este caso lateral.
Fuimos
a las Minas del Carmen que en su día estuvieron dedicadas a la
explotación de plomo entre los siglo XIX y XX. Están abandonadas
pero se pueden visitar. Tener en cuenta que si se va con niños hay
que tener un poquito cuidado con ellos. A las minas se accede a
través de un sendero de fácil acceso y en el que si tenemos suerte
podemos ver cruzarse cabras montesas, como nos ocurrió.
Son
bonitas sus calles encaladas en donde destacan los tiestos de barro
que cuelgan de sus paredes que recuerda un poco a la cerámica árabe,
que no sería de extrañar que tuviera cierta influencia.
Hubo
un momento en este lugar que me transportó a mi niñez, a los
recuerdos de verano en el campo, el sol en su máximo apogeo, los
grillos y chicharras sonando, la paz de no escuchar otro ruido que no
sea lo que la naturaleza nos ofrece, momento que te reconforta y que
te recuerda que aún existen lugares donde respirar algo de calma y
sosiego.
De
este lugar nos desplazamos hacia Canjáyar. Aquí comimos
degustando vino de la tierra, pero antes de deleitarnos con los
manjares visitamos la ciudad.
Como
en todos los pueblos visitados fueron las flechitas del suelo las que
nos guiaron. Así, llegamos a la Plaza de la Constitución en donde
se encuentra la Iglesia de la Santa Cruz del Voto, de una gran
importancia.
Fue mezquita en su día y posteriormente convertida en
templo cristiano, primero en estilo románico tardío y actualmente
en estilo barroco, reconstrucción debida al derrumbe ocurrido con el
seismo del siglo XIX que acaeció en toda la comarca. En el siglo
XVII se realizaron obras en el templo encontrándose en uno de sus
muros una cruz, la cual se trata de un relicario que encierra en sus
celdas pequeñas piedras procedentes de santos lugares.
Posteriormente se creó una hornacina para cobijarla. Dicha cruz
procesiona el mismo día en que ocurrió su hallazgo.
En
el pueblo se puede ver un museo abierto a través de azulejos
ubicados en las calles, donde podemos aprender de la historia,
cultura y arte de la ciudad.
Aquí
nuevamente encontramos una ermita dedicada a las Ánimas.
De
Canjáyar nos fuimos a Almocita, un pueblecito con muchísimo
encanto que encontramos a sus habitantes en plena siesta
resguardados del infernoso calor.
Destacar
el lavadero, antiguo aljibe, en el que en sus paredes blancas podemos
leer poemas y elogios a la ciudad y sus ciudadanos.
Bonita
y popular la fuente de los Tres Caños, y justo enfrente del
aljibe-lavadero nos encontramos con la Iglesia de Nuestra Señora de
la Misericordia, que carece de cubierta debido posiblemente al
terremoto anteriormente citado.
Paseamos
un poco por la plaza y nos encaminamos hacia el Barrio Judío, del
que solo queda una pequeña plazuela.
De
aquí a Padules, donde descansamos un poco del calor abrasador
en las inmediaciones de la Iglesia de Santa María la Mayor, otra de
origen mudéjar, la cual también tuvo sus secuelas por el seísmo.
Poco
pudimos ver quizás por la hora, con lo cual pasado un rato nos
marchamos.
Y
llegamos a Ohares. Como lo diría, nos impresionó, nos
deleitó y nos cautivó. Ya nos empezó a llamar la atención la
carretera típica de sierra para acceder al mismo. Conforme íbamos
llegando al pueblo nos sorprendió su ubicación, su magnificencia.
El pueblo lo conforma dos o tres calles principales en línea
horizontal al monte y muchas callejuelas. Hablamos de un desnivel
abrupto que oscila entre los 760 m a los 2201 m, donde se encuentra
el Peñón de Polarda, techo de la ciudad.
Preciosas,
como ya he dicho sus calles estrechas y abruptas. Bonita su plaza de
Miguel Vizcaíno Márquez en donde encontramos el Ayuntamiento y la
Iglesia de la Inmaculada Concepción, la cual sorprende por su
grandeza. Aquí volvemos a encontrar la típica iglesia que hemos ido
viendo con una única torre campanario, en este caso central.
Entramos
en un bar de una de las calles principales y nos sorprendió la
amabilidad lugareña. Es totalmente recomendable ir a este local,
además de la simpatía, por las vistas que podéis obtener desde la
azotea del restaurante, una panorámica inigualable de la sierra y
parte del pueblo, además de poder casi tocar la iglesia con nuestras
manos.
De
Ohares marchamos a Instinción, donde solo pudimos recorrer a
pie la Iglesia de San Juan Bautista en todo su perímetro y admirar
su altísima torre campanario, en este caso de espadaña.
Al
no tener éxito para aparcar nos fuimos al siguiente destino,
Huécija, donde volvimos a encontrar una Ermita de las Ánimas
y unos lavaderos.
Destacar
la Iglesia del Convento de los Agustinos por su torre campanario de
estilo contrarreformista.
Es
de los pocos pueblos visitados que encontramos más de una iglesia,
la siguiente que vimos fue La Anunciación, de origen mudéjar.
Carece de torre que fue demolida en el siglo XX debido a su estado
ruinoso.
Estuvimos
caminando por sus calles y de aquí nos fuimos a Almería en donde
recogimos a un familiar y de vuelta a Roquetas.
Un
par de incursiones a la Sierra Alpujarreña Almeriense que nos ha
dejado buen sabor de boca y ganas de volver a ella. Han sido quince
pueblitos y nos quedan muchos más que visitar, cosa que haremos en
cualquier ocasión.
¡Volveremos!.